7.31.2013

No muerde, engaña

Venenoso y ardiente cual canto de Sirena.
Necedad era su nombre
-persona que nadie fue capaz de domar,
lobo aullante disfrazado de libertad-,
avanza intrépido desbaratando sueños de mediocridad
(muerte le debía una partida que nunca supo ganar,
caminar incesante sin pasado ni piedad).

Mago astuto que vigila tus pensamientos cauteloso de nunca perderse en ellos, consiguió acercarse al olvido sin perecer -don maldito si sientes; gran proeza si razonas-, viviría por ti si tus alas no fueran de oro marchito. Incapaz de huir camina a tu lado, puedes sentir su presencia pero nunca te pertenecerá, olvídalo. Si te humilla no desesperes; volverá a sonreír. Seguramente no sepa callar tu verdad pero escuchará tu silencio y abandonarás -que te juzguen nunca supo tan mal-. Ante ti se arrodilla el paraíso complaciente aunque no su serpiente, oscura señal. Hoy es futuro, mañana noche agonizante, recuerdos envenenados transformados en dulzura si inteligencia hace gala de su ausencia. Locura llama a tu puerta, ha trepado por arboles de odio para llegar hasta ti, no tienes la llave, una lástima ¿verdad?. Si le abrazas se desvanecerá, quizá solo fue una larga pesadilla y nunca estuvo ahí, quizá si y la clave estaba dentro.

Para cuando te des cuenta ya será tarde: No muerde, engaña 
-normal, nadie sabe cuando tiene que salvarla-.