3.21.2016

Fantasmas que son números

Llega un momento en el que nosotros mismos acabamos saboteandonos y nos convertimos a la vez en enamorado y el gran mal que separa a los amantes de cualquier película de amor que se precie y los que no no sabeís lo difícil que es ser el iceberg y Rose al mismo tiempo, amar a alguien con toda tu alma y convertir lo que teneís en polvo. Cojer la felicidad de dos y destrozarla, luchar contra uno mismo una y otra vez y perder siempre. "Es un juego" nos excusamos, "paso del amor, que coñazo" decimos y llega un momento en que nos convertimos en eso, pero el amor no se puede callar o matar y acaba saliendo a hostias de nuestro interior. ¿Y ahora qué? te preguntas. "Ah! que le jodan!" concluimos. Y hacemos las maletas corriendo y huímos por la ventana obviando que es un septimo. Cuando nos alejamos lo suficiente hacemos recuento de las heridas y huesos rotos, vacíamos la maleta y nos damos cuenta que olvidamos un cepillo de dientes, la camiseta de niña, algún abrazo y su olor, aunque tienes una bufanda suya por tu casa y eso sirve -pero en realidad no la necesitas porque pasas de gilipolleces te dices-. Pero el olor se va rápido y el amor no tanto. Y ahora qué, valiente?