Vuelven los días de sobrevivir echándole el alma en el intento. De despertar por costumbre no por decisión. Los de beberme la vida en todos los chupitos que me encuentre o que me quieran regalar, los de verme borrosa en el espejo y añorarte sin prisa ni gracia. Esos de llorar por las esquinas, por los ascensores o por la vida. Vuelvo a no creerme el calor del Sol ni el vuelo de las gaviotas ni, maldita sea, mi fuerza.
Y me gusta. Me gusta deshacerme en medias historias, medias tintas y todas las verdades absurdas, siempre dichas a la cara. Un poco de emoción, o toda, siempre me ha enamorado. Nunca se me ha dado bien eso de esperar sentada a que pase algo, contando los minutos que quedan para que llegue el huracán. Prefiero ir a buscarlo yo misma y soltarle "Eh! Estoy aquí! Ven! Ya veras que divertido cuando me destruyas". Siempre me han gustado los "echarle el alma a hostias y empujones". Me encantan.
Pero más me encantas tú y por ti dejaria todos los huracanes y las guerras, aunque eso significase convertir el resto de mi vida en una absurda silueta sentada en una hamaca frente al mar. Siempre cogiéndote la mano. Siempre.